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LAS FALLAS Y EL MUSEO: MEMORIA PATRIMONIAL

Desde las épocas más remotas, cuando el hombre pintaba las cavernas, hacía esculturas referidas a la fertilidad, entre otros temas, y trabajaba con herramientas hechas de materiales que podía conseguir de la caza o de las capas más superficiales de la tierra, el ser humano ya buscaba la manera de poder dejar constancia de su presencia, de su experiencia y de sus creencias y rituales.

Esta necesidad de dejar huella histórica es apreciable en dos aspectos; uno protagonizado por la necesidad de perdurar en el tiempo y otro, mucho más práctico, en el de que la experiencia se convertía en parte fundamental del conocimiento y de la ritualización.

Los rituales y los actos festivos estructuran de una manera consuetudinaria la vida de las comunidades y los grupos, se comparten y se estiman por la mayoría de sus miembros. La importancia estriba en el marcado aspecto identitario que reafirma al grupo o sociedad que lo práctica y se relaciona con la visión del mundo, la historia, y la memoria de las comunidades en un esquema cíclico del tiempo.

El patrimonio cultural inmaterial, en el que se enmarca la Fiesta de las Fallas, se establece a finales de los años 90 del siglo XX. Nace de la necesidad de no limitar el patrimonio mundial a monumentos y colecciones de objetos. La UNESCO evidencia que las tradiciones o expresiones vivas, los usos sociales, los rituales y los actos festivos heredados de nuestros antepasados y transmitidos, son un legado a conservar, de una enorme fragilidad, frente al imparable fenómeno de la globalización.

La Fiesta de las Fallas envuelve toda una seria de rituales, costumbres y trabajos característicos que se enmarcan dentro de un colectivo social y que trasciende mucho más allá. Todo este acervo cultural que se desarrolla cíclicamente y que desarrolla su máxima expresión a mediados del mes de marzo se deposita en el espacio museístico de manera continua, preservándolo, difundiéndolo y estudiándolo.

El Museu Faller de Gandia se convierte así en un referente museístico en el cual todo el arte efímero y la ritualización, centrada en el fuego como elemento central de la celebración de las Fallas, se protegen y se difunden con un espíritu integrador basado en una comunidad o colectivo muy representativo vinculado a innumerables aspectos de la sociedad, entre ellos el económico y el turístico.

Pero esta tarea tiene que ir acompañada de un respeto por la institución que se dedica a ello, al trabajo que representa y a las obligaciones que comporta ser reconocido patrimonialmente e institucionalmente como Museo. Ha llegado el momento de que el Museu Faller de Gandia se labre su propio camino y se dedique, de manera inequívoca, a construir un proyecto centrado en el estudio de su patrimonio. De esta manera se convertirá en una referencia por su potencial y su capacidad de transmitir y difundir una fiesta única en el mundo.

Publicado en Museu Faller de Gandia

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