Como renacer de las cenizas, como el Ave Fénix que vuelve a su forma original consumida por dos años de fuego continuo, el cual, al mismo tiempo que la devasta se convierte en su fuente de energía para recobrar su materialidad. El Museo Fallero de Gandia no puede tener una comparación más significativa, igual que la fiesta de arte efímero que interpreta, resurge de nuevo y vuelve a las actividades pre-pandémicas con las visitas guiadas de la exposición permanente, talleres didácticos para todos los colectivos, exposiciones temporales y la programación cultural del teatro.
El primer museo institucionalizado de la fiesta, el único reconocido por la UNESCO y el ICOM vuelve a funcionar al mismo tiempo que las fallas vuelven a ocupar las calles y con ellas, todos los rituales que las hacen únicas en el mundo.
Después de más de 700 días en stand by, con un hilo de vida casi imperceptible, con la sensación de que sólo un milagro haría que todo esto volviera a su forma original, el trabajo de aquellos que han creído que todavía podía ser posible se ha hecho realidad, casi de forma inesperada y con la confirmación de que el Museo Fallero es un elemento básico para una ciudad turística como Gandia, autobuses y colegios han vuelto a visitarlo en la primera semana que ha abierto sus puertas.
Es evidente que tenemos que resetear y volver a configurar los objetivos básicos de la institución, corregir los errores que hemos cometido en el desarrollo del Museo y su difusión, continuar con los aciertos establecer un programa claro y conciso sobre cómo caminar hacia los proyectos básicos, temporalizar y buscar los canales que nos lleven a una democratización museística en todos aquellos ámbitos que estén a nuestro alcance.
Los pilares sobre los que descansa la institución se tienen que reconstruir, es fundamental una base solida basada en la excelencia de la experiencia turística y cultural, algo que está fuera de toda duda, pero la continuidad tiene que sustentarse por medio de todos los agentes que participan en el proyecto: La Federación de Fallas, el Ayuntamiento de la ciudad y, por supuesto, los trabajadores y la labor que se desempeña para la viabilidad del mismo. Toda la arquitectura que conforma el Museo Fallero de Gandia está hecha y además funciona. Sólo necesita que los cimientos se apuntalen y se definan correctamente a medio y largo plazo, y ha llegado el momento de la transición. Al igual que todos los ámbitos rituales que transcienden lo material, la fiesta de las fallas vuelve, nunca se irá y nuca se fue, de una manera o de otra es necesaria para todo un pueblo como punto de inflexión, la pandemia ha puesto de manifiesto aquello que puede ser corregido, reinventado. Del mismo modo el Museo Fallero de Gandia tiene claro que se tiene que corregir, sería un error irremediable no hacerlo y asentar de una vez por todas uno de los recursos culturales y turísticos más importantes de la ciudad de Gandia.